domingo, 21 de diciembre de 2008

Cuidado con la rifa de la Plaza de Colón el dia 28

Nunca sospecharía Rouco Varela que era espiado con mucho sigilo cuando pisaba con saña y mala uva los bellos nardos del Parque de Maria Luisa, pensando que así podría vengarse del dolor de tripas que le produjo el nardo en alcanfor que se zampó en el desayuno de su primera comunión. De ningún modo podía quedar impune ese maltrato a las plantas que tanto deleitaron a la Infanta Mercedes cuando daba sus saltitos de enamorada de la mano de Alfonsito XII y que, pasando los años, iban a embriagar aún más los sentidos enardecidos y voluptuosos de la Gran Duquesa de Alba que aprovechaba la floración de los nardos para lanzar sus gorgoritos a ver si algún incauto se dignaba ponerle el anillo de desposada. Al final lo consiguió y no vean ustedes la de juego que dio la señora a la manivela del buen vivir.


Y sería precisamente Cayetana, ya cuando demudó la faz cristalina en tez macilenta y churrigueresca, la que se enteró de las fechorías de Rouco Varela y lo mandó vigilar para tomar buena nota de la catadura del personaje y ponerlo en conocimiento de la autoridad competente cuando fuera menester. Y no tardó en aprovechar la ocasión para satisfacción de la Duquesa, que así se lo hizo saber a su nuevo novio, ese que con pinta de maletilla trata de dar el braguetazo del milenio ahora que a la chica de la melena tupida se le va la olla cantidad mientras no gana para disgustos cuando ve a sus vástagos jugarse las perras con Paco el Pocero y el Dioni en una tasca inmunda de Villaverde Bajo los sábados a las cinco de la madrugá. Así se le iban los caudales de la Casa, mientras el novio maletilla mostraba sus deseos de que quedase algo para cuando le tocase. Hasta los huevos estaba de los manirrotos hijos de la Duquesa, pero se aguantaba porque no tenía otros pitos que tocar.


Llegó su oportunidad. Una tarde de junio, el Rouco andaba de furtivo por el Parque a la caza del nardo cuando el maletilla lo divisó y en ese momento le lanzó el rotweiler de la Casa de Alba, que fue directo a la pantorrilla sin piedad alguna. No tuvo tiempo el Rouco de reaccionar y lo pasó jodido según cuenta en la sacristía de la parroquia de Galapagar, donde acudió tras el incidente para hacerse una cura de oportunidad, de esas que dejan huella.


Desde entonces anda que no sabe por dónde le da el aire ni la brisa marinera. Lo suyo es un cabreo monumental y un odio sempiterno a los “gorrillas” que aparcan coches en la Alameda de Hércules a los que atribuye lo del rotwailer de los cojones. Pedro Castro ha tratado de tranquilizarle con su habital diplomacia, pero no lo consigue. También lo intenta Pepe Bono, con baba incluida, tan habitual en él, pero nanay. Por eso ha recurrido en la desesperación al Kiko Argüello para que le monte unos saraos de puta madre en la Plaza de Colón de Madrid, y que no tienen nada que ver con la familia, ni con el municipio ni con el sindicato, sino con una rifa para sortear un viaje a Quintanar de la Orden a quien acierte de forma más precisa quién es el hijoputa que le embiscó al rotwailer y le dejó la pierna pal arrastre, impidiéndole en lo sucesivo maltratar a los nardos sevillanos, que están encantaos por la noticia. Hasta está dispuesto a invitar al Tardá pa que suelte el mitin y se cague en algo serio. Todo vale pal espectáculo


lunes, 1 de diciembre de 2008

Cuando me pisan los nardos me acuerdo de Rouco y sus pantuflas


No tenia ni idea de la afición de Rouco Varela a pisar los nardos del parque de Maria Luisa. Cada vez que va de incógnito a Sevilla bien para poner a parir al Betis, ponerse morao de manteca colorá o subirse a la Giralda para ver desde arriba lo grande y esbelto que era el alminar de la mezquita almohade que destruyeron sus cabestros ancestros, se larga el tío al anochecer al parque que está hecho unos zorros y se pone a pisar los nardos, luego se mea en ellos, como hace Fabra el Mafias en la sede de Izquierda Unida de Castellón y como le gustaba hacer al Zaplana después de montarse 745 veces con su jeta habitual en la noria de Terra Mítica. Nunca entenderé porqué Rouco tiene esa manía con los nardos, y no se ceba el tío con las hortensias, las alcachofas o los jodidos crisantemos que están a tiro cuando a ese tío le da por acercarse a Sevilla a dar rienda suelta al vicio de "voyeur" que le ha inculcado Pequeñín Cañizares, el cura mandamás de Toledo y sus cigarrales, tan aficionado él a ver el canalillo de las damas toledanas en la misa de doce del Corpus.

Me he enterado el otro día de casualidad, de viaje por los Madriles y después de ver a la Espe en calcetines. Lo que le jode a Rouco de los nardos es que el capullo del Kiko Arguello no ha puesto un puto nardo en las vidrieras espantosas que el pavo ha pintao en la Almudena y por las que se llevó una pasta, que utiliza en saraos varios a domicilio. El Kiko ha pintao de todo, casullas, monaguillos, capullos en actitud petitoria, pedigrís agilipollaos, palomos cojos, luciérnagas furiosas, calandrias resentidas, agapornis lubrantes, rododendros pata negra, estulticias amorosas, requiebros enfervorecidos. Pero nardos, no. Y eso Rouco es que no lo puede soportar, ya que cuando hizo la primera comunión en el desayuno le pusieron nardos en alcanfor y quedó tocado para siempre. Y es que te ponen en la primera comunión un nardo en alcanfor y acabas amargao, resentido y con mala hostia toda la puta vida. Por eso, después de cargarse los nardos en el Parque sevillano el muchacho se disfraza de nardo capuchino y le pueden dar hasta las tantas haciendo el gilipollas de la guisa de la foto que le sacó el Kiko en una noche de farra y ludibrio en los bajos fondos hispalenses.