Yo le recordé a la suegra del pastor la cantidad de veces que mi padre y yo bajamos del monte repletos de amapolas de todos los colores. ¿De todos los colores?,
dijo la vieja. Sí, le contesté, las habia verdes, amarillas, moradas y hasta rubicundas. No es posible, las amapolas siempre han sido rojas. No, no, no. Las amapolas verdaderas se llenan de colores cuando consiguen hablar con alguien, con quien sea, y si además vienen de Gormaz, que se sale del mapa para entrar en la alcancía, entonces cantan el Allelujah de Pachelbel, porque es el que mejor supo escribir sus notas para que las amapolas se despertaran de sus puñeteras adormideras. Entonces dejan de ser vagas y se tiran unas risas que te cagas.
1 comentario:
Como ves, incluyo tu enlace entre los blogs recomendados, aunque aprecio un cierto desbordamiento de la imaginación. Gracias por comentármelo. Te deseo suerte en esta peripecia y, sobre todo, en los examenes que se avecinan. No te olvides de ellos. Un saludo.
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