
Con mi capacidad de persuasión habitual insistí una y otra vez en que no era posible arreglar el carburador del coche sin habernos quitado antes el traje de gala supergrande que habiamos llevado a la ópera. El mio era verde oliva y parecía al comandante en jefe. Pero no sé qué coño le pasa a esta mujer que cuando le hablan de carburador, de cigüeñal y de manubrio se pone a dar gritos como una descosida, sin importarle el color de la alfombra en la que poco antes habiamos cantado La Cumparsita, que me la sé de memoria desde que a mi prima Gertru le tocó la lotería y se lo gastó todo en cremas para el cutis. Yo era incapaz de meter mano al carburador sin antes haber hecho las preceptivas genuflexiones que a mi primo Sinardo y a mi nos enseñaron los hermanos Paúles al dia siguiente de hacer la primera comunión.
Aún recuerdo a mi primo tocarse los huevos, con más parsimonia de la que utiliza para lo propio el cretino de Berlusconi cuando saca la recortada, mientras el Padre Junquillo nos enseñaba que a las chicas, más que meterles mano, lo que habia que hacer era enseñarles los misterios gozosos del rosario y la letanía de atrás palante. "Joder", dijo mi primo, "yo cuando llego a Turris davidica o a Turris ebúrnea, dependiendo de la hora, se me hace la picha un lío y me cuesta mucho seguir". Mi primo es gilipollas, pensé yo para mis reconcovecos, a quién se le ocurre pararse ahí, con lo fácil que es llegar a Consolatrix aflictorum, que está a medio camino y saltándose lo de Refugium pecatorum, que a mi siempre me la ha sudado bastante, coger carrerilla y llegar al Kyrie Eleison justo cuando salen los futbolistas del colegio de al lado a comerse el bocata nocilla con guindilla y todo.
En estas cosas estaba yo pensando, cuando vi a Carmela subida encima del remolque mirando al arco iris con el catalejo que mi primo habia comprado en Escatrón cuando estuvo allí haciendo la mili, y que le habia salido por un ojo de la cara porque no tenia ni puta idea de capones y por eso se lo vendieron más caro que la hostia. Y la carmela, que cuando aparece un arco iris manda el carburador a tomar por el culo, empezó a dar saltos mientras entonaba las letanías empezando por aquella de Regina sine labe originale concepta, que a mi siempre me ha parecido bastante surrealista porque me recuerda a los buñuelos que comprábamos después de hacer el amor en la trastienda del bar Cafarnáum de Canillejas. Qué tiempos, tío.