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viernes, 7 de noviembre de 2008

Por cantar a destiempo me llaman cantamañanas


Cuidao que se lo tengo dicho. Cada dia, a las 8 y veintidós, cuando me entero de que la borrasca se ha ido a tomar por el culo o amenaza, rauda e implacable, a los algarrobos de Cocentaina, se lo digo con una contundencia que asusta: "No creas que porque canto tengo el corazón alegre, que soy como el somormujo que, si no canta, no sabe que hacer". Y ella ni puto caso. Erre que erre. Que si cantas tienes que estar contento, que porqué no cantas hoy aquella que tanto me cantabas cuando haciamos el amor en aquel motel de Navalcarnero, que si te acuerdas de la canción de la mili que ponia a parir al subteniente Moralejo.

Joder, es que no hay forma de ponerse los calcetines con tanto rollo. Con lo que me gusta a mi ponerme los calcetines a cámara lenta, como quien no quiere la cosa, de abajo arriba para luego bajar un poco como si estuviéramos repasando la tabla del ocho, que era jodida de cojones. Y ahora que me la sé de puta madre, va esta tia y me dice que ya no sirve para nada porque lo que mola ahora es multiplicar por 7,2. Nos ha jodido mayo. La verdad es que a mi los decimales nunca me han gustado mucho, sobre todo si son de un solo digito, porque si fueran de tres como que te queda más completa la prueba del nueve, en la que soy uno de los mejores especialistas de mi promoción.

En todas estas preocupaciones estaba cuando me dispuse a ir al mingitorio, que es donde realmente me entusiamar cantar ese pedazo de repertorio que me guardo para las ocasiones. La verdad que, y Carmela lo sabe, soy incapaz de ponerme los zapatos y de rematar la prueba del nueve antes de emprender la jornada con el carro de limpieza del Ayuntamiento sin previamente hacer un buen desagüe. Y mira por dónde cuando más dispuesto estaba a efectuar el equilibrio hídrico que las circunstancias exigen hacen su aparición en el excusado una tropa de marchamalas que estaban buenísimas y entre las que, de pronto, una se pone a indagar en la initimidad como si estuviese ante las cataratas del Niágara. Hostia, tío, menuda emoción. Si el Bush se encontrase en una situación como ésta, mandaba a la Laura a compartir con la Sarah Palin el grupo de majorettes de Sausalito. Mientras tanto, el menda, una vez cumplida la faena, agarró la escoba con un poderío de padre y muy señor mío.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Carmela me ha dicho que no cree en el Arcángel San Gabriel


Y estoy desolao. A mi no puede hacerme eso, a mí que la llevo todos los dias en la bici a la pescadería. Pero yo sí que creo, porque le he visto y además muchas veces, incluso en Adviento. Sin ir más lejos ahí teneis en la foto al Arcángel San Gabriel , a la hora del bocadillo, dándose el pico con Jacinto. Pa que luego diga la Carmela que no existe, no te jode....

Yo en lo que no creo es en los Querubines, que me parece que son bastante poco creibles en sus atributos ancestrales y contemporáneos. En el Congreso que hubo hace poco en Valencia de Don Juan sobre los Querubines, cada vez estaba más claro que estos cabrones han acabado usurpando el territorio de los Serafines y las Potestades, que están de puta pena cada vez que llueve en Almería, que es donde se les considera a base de bien, porque les han dedicado una calle muy céntrica y no hay forma de llevárselos a Turégano que es donde debieran estar y donde además el ayuntamiento les ha puesto un piso acojonante, con vistas al vertedero. Un lujazo, tú.

A ese Congreso asistí yo más contento que unas castañuelas porque me habia preparado un poster de puta madre para demostrar mi teoría sobre los Querubines usurpadores con reminiscencias medievales e influjos normandos, y estaba a punto de largar mi rollo, con poverpoint y todo, cuando en esto que apareció el sargento de la guardia civil, un armario de cuerpo y medio al que le acababan de operar de molares, diciendo que ni querubines ni hostias, que lo que habia que analizar es la situación del Arcángel San Gabriel. Joder, me dije por lo bajines. Esto lo han montado la Carmela y su madre pa joderme la disertación. Y me la jodieron, pero no me preocupa porque me han dicho que se va a publicar, íntegra y en formato superdigital, en el boletín internacional de la parroquia de San Carlos Borromeo, sita en Canillejas. Menos mal. Menudo peso que me he quitao.

martes, 4 de noviembre de 2008

De cuando Mefistófeles buscaba curro chollo y se decidió por la política

Me encontré con Mefistófeles y no me reconoció. A mi me costó también descubrir que era él. Estaba más delgado, la barba encanecida, los pantalones medio raidos, olia a sudor y el masticar tanto tabaco le habia puesto los dientes amarillos y algo desagradables, aunque a él todo eso se la sudaba, porque ya estaba de vuelta de todo. Se daba un aire al siniestro y resentido de Hermann Terscht ese, al que la Esperanza Achirre, más conocida por sus regüeldos a media tarde, le ha puesto un chiringuito para decir gelipolleces que causan vergüenza ajena, aunque mientras le den pasta y le alaben sus chorradas a él todo eso se la suda.

Admitió el Mefis que no tenía un real, que el negocio de las componendas con los pintores y los afiladores, bastante cabrones en su modesto entender, estaba de capa caida, y que a estas alturas pocas cosas era capaz de aprender porque la mente se le habia quedado atrofiada desde aquella vez en que entró en tratos con Federico Chupamuelas y le dejó como el gallo de Marón, aunque la venganza de Mefis no se hizo esperar: un dia de Mayo, cuando comenzaba a apretar la calor, le pinchó la rueda delantera de la moto cuando se largaba a 220 y la hostia que se metió es como para no contarla, de jodida que es. Yo siempre he tenido mucho cuidado en no enemistarme con Mefistófeles, por lo que pudiera pasar y porque cuando se le hinchan las pelotas es como estar a doscientas millas por lo menos. Pero aquella tarde en que lo encontré, estaba tan alicaido que me dio pena. Le invité a un carajillo en la churrería del bar Plesioantosaurio, que se ha remozado bastante desde que a Lourditas, la dueña, le tocó la Lotería en Santurze.

Después del carajillo, y ya con los coloretes asomándole a la cara, Mefis me reconoció que lo que andaba buscando era un curro fácil, una mamonada de trabajo, con ocho meses de vacaciones pagadas, que le permitiera llega a fin de mes, echar un polvo de vez en cuando y escribir poesías en los ratos libres. Me preguntó que qué me parecía la política para empezar a salir del atolladero, porque un pariente suyo de Loeches era concejal y se habia forrao. Le comenté aquello que me dijo Carmela el dia de mi cumpleaños. Ya no me acuerdo muy bien lo que me dijo, pero fue algo así como que si te metes de concejal puedes llegar a ser secretario general del partido que se te ponga en los huevos, que hace falta gente espabilada, y que Mefis lo es. Ya creo que lo es. Si lo sabré yo.

El placer de no saber dónde se está

He recorrido el largo trecho que me separa de Castronovo, y confieso que en ese recorrido he experimentado el placer de no saber dónde estaba. Recrearme en la confusión no ha sido nunca lo mio, ni tampoco lo he pretendido a pesar de que Carmela no paraba de insistirme en que era mejor no saber dónde estaba que estar donde no debía. Nunca le hice caso hasta que me compré el sombrero de copa, que exigian para ir a la boda de mi prima de Portugalda.
Al ponerme el sombrero, que me quedaba grande, sentí la sensación de que levitaba en la trastera del patio de toda la vida, aunque era la primera vez que lo veía, y comprobé que estaba hecho una mierda. Se lo comenté a Carmela, que andaba depilándose la ingle, y no dijo nada. Carmela no dice nada cuando tiene algo que decir. Si no tiene algo que decir, lo dice. Menuda es Carmela con sus obsesiones y con sus depilaciones.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Has sido cruel conmigo desde antes de conocerte


¿Sabrías decirme lo que te atormenta?, ¿acaso has pensado que por no levantar la cabeza, el sol va a tardar en salir?. Pero, quién te has creido que eres para permitirte tantos lujos y esbozar una sonrisa que no parece la tuya, ni por asomo. Te he conocido en Burlidia y he sentido como nadie los mensajes que querias transmitirme sin levantar la vista del suelo. Eran mensajes duros, impropios de tu forma de ser, que siempre intuí benévola con mis extravagancias, sensible ante mis deslices, transigente cuando disentías de mis rumbos alocados.

Carmela, ¿eres tú?, ¿estás ahí?. Te siento pero no te reconozco.

He mirado al suelo y lo he visto todo. Me he dado cuenta de que lo que te gustan son las trufas y por eso has preferido esquivarme hasta la primavera.

Lo sé