He recorrido el largo trecho que me separa de Castronovo, y confieso que en ese recorrido he experimentado el placer de no saber dónde estaba. Recrearme en la confusión no ha sido nunca lo mio, ni tampoco lo he pretendido a pesar de que Carmela no paraba de insistirme en que era mejor no saber dónde estaba que estar donde no debía. Nunca le hice caso hasta que me compré el sombrero de copa, que exigian para ir a la boda de mi prima de Portugalda.
Al ponerme el sombrero, que me quedaba grande, sentí la sensación de que levitaba en la trastera del patio de toda la vida, aunque era la primera vez que lo veía, y comprobé que estaba hecho una mierda. Se lo comenté a Carmela, que andaba depilándose la ingle, y no dijo nada. Carmela no dice nada cuando tiene algo que decir. Si no tiene algo que decir, lo dice. Menuda es Carmela con sus obsesiones y con sus depilaciones.
Abro este blog para que os enteréis de lo que es bueno. Espero vuestra confianza a machamartillo. Que nadie defraude a nadie, que resplandezcan el pleonasmo,la metonimia sincrética y el tropo resultón, y que tanto las luces del alba como las del ocaso nos sirvan para iluminar aunque estemos en los antípodas. Si lo sabes tú, si lo sabe él, si lo sabéis todos; entonces ¿porqué no brindamos por las auroras boreales?, ¿porqué no comprobamos de qué color es la rosa del azafrán?.
martes, 4 de noviembre de 2008
El placer de no saber dónde se está
Etiquetas:
Carmela,
depilaciones,
obsesiones,
patio de toda la vida,
sombrero de copa
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